Desde el blog de Naxer queremos poner de manifiesto aquellas cualidades, aptitudes y capacidades “no formales” que tienen la misma trascendencia y relevancia que aquellas que, históricamente, se han considerado oficialmente como normativas.
Así, la semana pasada, publicamos un artículo en el que hablamos sobre los diferentes tipos de inteligencia y explicamos la famosa teoría de Howard Gardner, que avala esta pluralidad.
Por ello, hoy continuaremos con nuestro objetivo abordando un tema muy interesante: la educación emocional.
¿Qué es la educación emocional?
Cuando hablamos de educación emocional lo hacemos sobre un tipo de enseñanza que tiene como eje vertebrador la gestión de las emociones.
A través de este aprendizaje, el individuo adquiere herramientas y recursos que le posibilitan ser más consciente de cómo sus sentimientos influyen en ciertos aspectos de su vida, además de comunicarlos y administrarlos de manera saludable.
Dentro de ella encontramos aspectos muy variados, pero relacionados entre sí: empatía, asertividad, habilidades sociales, autoconocimiento, gestión de conflictos, regulación emocional…
Asimismo, esta formación permite, no solamente que la persona tenga conocimiento sobre sí misma, sino que entienda a los demás de un modo mucho más real y profundo.
¿Por qué la educación emocional es tan importante?
Ahora que ya has podido comprender el concepto, vamos a ver cuáles son las características que la hacen vital:
- Contribuye al crecimiento personal.
- Las personas con inteligencia emocional son capaces de empatizar fácilmente con los demás. Esto las hace ideales para trabajar en equipo.
- Se trata de un aspecto clave para gozar de una buena salud mental.
- Permite estimular las emociones positivas y mantener las negativas bajo control.
- Facilita la resolución de conflictos.
- Te capacita para resolver conflictos y problemas de manera más efectiva. Otro aspecto clave en el ámbito laboral.
- La confianza en uno mismo crece y, por ende, la autoestima se refuerza.
¿Cómo trabajar la inteligencia emocional?
Como has podido ver, se trata de algo muy importante tanto a nivel personal, como académico y laboral. Así que, imaginamos que, a estas alturas del artículo, estarás preguntándote cómo puedes activarla. Pues bien…
Aunque los expertos recomiendan iniciarla en los primeros años de vida, lo cierto es que, a pesar de que te encuentres en la etapa adulta, también es posible desarrollarla.
No obstante, se trata de un ámbito muy influenciado por la genética, la infancia y la educación recibida, por lo que llegar a ella no es tan sencillo para todo el mundo.
No obstante, queremos compartir contigo algunas pautas que hemos recopilado para impulsar tus competencias emocionales:
- Identifica tus emociones
Muchas veces es difícil saber por qué actuamos de cierto modo, pero, es necesario examinarse para llegar al trasfondo de dichas acciones.
- Ponles nombre
Tan importante es reconocerlas como saber qué son. Detectar si lo que sientes es tristeza, satisfacción, frustración… es clave para continuar con el siguiente paso.
Y, sobre todo, sé lo más específico posible en el momento de nombrarlas.
- Deja de juzgarte
Vivimos en la sociedad de las etiquetas. Opinar sobre los demás es algo que está cada vez más extendido, pero, realmente, nos hace un flaco favor.
Aunque es una frase que cada vez aparece en más canales, es cierta: las emociones no son buenas o malas, simplemente son.
Aunque a primera vista el sentimiento de tristeza no sea positivo, si miras más allá te darás cuenta de que es muy útil conectar con ella para salir de situaciones adversas.
- No anules lo que sientes
Pensamientos como: “no debo estar triste” o “no tendría que sentirme así” no te ayudarán a abrazar tus sentimientos y será aún más difícil salir de ellos.
El ser humano buscar la felicidad continuamente y, es por ello, que tiende a apartar aquellas emociones que considera negativas. Pero debes saber que, detrás de ellas, también hay un gran aprendizaje.
Transítalas: por desagradable que sea y, aunque no te lo parezca, han venido para enseñarte algo.
- Escucha a tu cuerpo
Las emociones emanan por cada uno de los poros de nuestro organismo.
Así, no es casualidad que, después de un momento de estrés puedas sentirte, por ejemplo, contracturado.
Relacionar tus emociones con ciertas manifestaciones fisiológicas puede ayudarte a reconocer lo que sientes más fácilmente.
- Adquiere hábitos saludables
Aunque el abanico es amplio y son muchas las acciones que entran dentro de lo saludable, procura comer y dormir bien y hacer ejercicio. Todo ello tiene un impacto directo sobre tu salud mental.
- Confía en tus recursos
En los malos momentos es habitual que pienses que no puedes más. Por ejemplo, en época de exámenes o cuando tienes mucho trabajo, puede que te desanimes creyendo que no tienes escapatoria.
Trata de eliminar esto de tu cabeza y recuerda aquellas veces en las que has estado en situaciones similares y has salido adelante.
Con esto nos despedimos una semana más, esperando haberte ayudado a comprender la importancia de la inteligencia emocional y que cuentes con algunas herramientas para poder implementarla en tu día a día.